Sólo unos días después, comencé a trabajar en la
empresa, y aunque eso de ir de casa en casa te ofrece muchas posibilidades, no
siempre encajan bien, o no son del palo
que te apetece, pero en este caso al
igual que en otro par de ellos que
continuaré relatando, fue de lo más
estimulante para mi, sin mas preámbulos paso a narraros lo acontecido.
¿Sra. de Sanchís ?
Si, ¿dígame?
Soy Fran, de la
empresa de alarmas, la llamaba para
ver si mañana podemos hacer el
mantenimiento anual y
ponerle el nuevo sensor
solicitado en la bodega.
Pues no sé qué
decirle, porque aunque yo en principio suelo estar en casa, para estas cosas, no quiero estar sola y
además quiero que
este mi marido, así si le parece,
me da su teléfono y le llama él,
y así concretan ya la
visita.
De acuerdo, tome nota, mi teléfono es 685 9.. …,
Le repito 685 9.. …, así es.
Bien, pues en un rato le llama mi marido y se ponen de
acuerdo.
No habían pasado más
de cinco minutos cuando suena mi
teléfono.
¿Fran?
Si soy yo, contesto.
Soy Jorge Sanchís, me acaba de comenta mi mujer lo de su visita y si le viene bien mañana sobre las cuatro
de la tarde sería perfecto.
Bueno, tenía previsto
su visita para la mañana, pero creo que
no habrá ningún problema en resolverlo y cambiarlo.
Entonces si le parece bien,
salvo algún imprevisto, nos vemos
mañana a las cuatro.
De acuerdo Fran, hasta
mañana.
Cuando colgué, ya la voz
me había gustado, un tono suave y
melódico, pero no mariquita, voz potente,
pero educado, capaz de cautivarme a la primera.
A la tarde siguiente, al llegar a la vivienda, ya se
me pusieron los dientes largos, una
urbanización privada, vivienda
unifamiliar, con una buena parcela, al tocar el timbre, salió a abrirme
la mujer, ya que aprovechó para salir a hacer unas gestiones, el marido detrás se adelantaba
por el pasillo de entrada entre una perfecta vereda enlosada y demarcada
por arbustos y
flores variadas, que colgaban de
unos grandes jarrones sobre columnas romanas.
El jardín estaba precioso
y muy bien cuidado, pero sobre
todo era el marco perfecto para Jorge, un tío de algo más de cuarenta
años, sobre metro
ochenta de estatura, sin exageraciones, pero bastante marcado, rapado, piel muy bronceado,
pero con un brillo especial, y
sobre todo un bigote tremendo enmarcando su cara, y dándole un rasgo duro.
Lucía una camiseta de
tirantes blancos y un pantalón de pintor de esos anchos que venden en cualquier
mercadillo en tono blanco
también.
Al recibirme un fuerte apretón de manos y una sonrisa que
iluminaba su cara al mismo tiempo que me cautivaba.
Al soltarme la mano,
me la puso sobre el hombre y fue
bajándola por mi lomo hasta el culo
mientras me invitaba a entra
en la casa y me ofrecía un café,
o un refresco.
Un café con hielo estará bien, gracias Jorge.
Me pasa directamente a la cocina, una estancia amplia y
con una gran mesa de pino, con un
banco corrido en L, al fondo junto al ventanal , donde me
indica que me siente mientras me
prepara el café y otro para él,
Yo no le quitaba el
ojo de encima y en me miraba de
reojo, mientras disimuladamente se
tocaba el paquete.
Al servírlo, se
restregaba disimuladamente contra mi
hombro y haciéndose el tonto al
verter el café sobre la taza
, derramo algunas gotas
sobre mi entrepierna, cogiendo instintivamente un paño y restregándo sobre la mancha tratando de aminorar el daño
ocasionado, y provocando que al levantarme y ante sus frotaciones, mi polla quedara marcada en el pantalón y al cruzarse
nuestras miradas, el fuego de nuestros ojos nos delatara y nos llevara de una manera
incontrolada a fundirnos en un
apasionado beso, su boca se
abría, mi lengua la perforaba, buscaba
en cada recoveco de sus dientes, llenándola de mi saliva una y
otra vez.
Al separarnos, el muy cabrón, no dejo de halagarme el oído,
de contarme lo provocadores que eran los pantalones azules
oscuros con multibolsillos, el culo
que me hacían y como remarcaba mi
paquete. Yo con sus palabras más burro
me ponía y acariciaba su culo
redondo y bien formado y muy trabajado para mantenerlo en forma,
dada la edad que tenía parecía el de un veinteañero y al
acariciarlo estaba duro como una piedra.
El mientras me fue desabrochando los botones de la camisa del
mismo color del pantalón y que
dado el calor que hacia la llevaba arremangada.
Al dejar libre mi
pecho, lo acaricio y sacando la lengua lamió mis pezones, lamió mi
pecho velludo perdiéndose en la
maraña de pelos, mientras me hablaba de las ganas que tenia de un macho como
yo.
El muy cabrón, me recostó contra la mesa mientras daba
un trago al café, y empezó a
soltarme los botones de la bragueta del
pantalón.
Cuando saco mi rabo
,se arrodillo, y sin más preámbulos,
empezó oliéndolo, mi polla olía a
rancio, todo el día de trabajo y después de varias meadas y el sudor, no era a perfume precisamente a
lo que olía, pero al muy cerdo esto le provocó más y tardó unos segundos en engullirla excitándose con mi
olor.
Cuando comenzó a lamerla, sus ojos cerrados, demostraban lo mucho que estaba disfrutando
y a pesar del bulto que sus pantalones marcaban, ni tan siquiera se rozaba
o acariciaba la polla, se limitaba a
comérmela, a ensalivarla y atragantarse con ella al intentar insertársela hasta el fondo de la garganta , taponándole la boca a tope con mis huevos.
Yo con las manos sobre
su nuca, me limitaba a seguir el ritmo que el mismo se marcaba, ya que disfrutaba de esa comida suave, jugosa,
engrasándome todo el tronco del
falo y sintiendo como una hilera de saliva resbalaba
por mis huevos y se perdía sobre el suelo de la cocina.
Le pedí que parara, que
si seguía a ese ritmo, me correría pronto.
Se saco la polla de la boca,
me miro a los ojos y me pregunto.
¿Te puedes correr dos veces?
Si pasa algo de tiempo
y se me provoca, podrían ser
dos y alguna más si merece la pena.
El cabrón se
abrió mas de piernas para estar más a la altura de mi polla y agarrándome de las nalgas se insertó
mi polla hasta el fondo de la garganta
empezando una comida de nabo memorial, que
solo dejo durante unos instantes para decirme.
Al correrte, no la saques, descarga dentro.
Me lamió el capullo, y nuevamente volvió a
tragársela para después ir
soltándola poco a poco y volvérsela a
engullir, pocos minutos después, le avise,
No aguanto mucho más.
Se la trago hasta el fondo,
me apretó las nalgas para que no pudiera escaparme y con un bufido que acompaño el
escalofrió que recorrió mi
columna me vacié en su boca mientras apretaba su cabeza
contra mi pelvis para que tragara toda mi corrida.
Cuando lo solté, se incorporo, cogió su taza de café, y escupió toda mi semen.
Es que a mí me gusta el café con leche, me dijo mientras me sonreía, nos dimos un nuevo beso, y
disculpándose salió de la cocina, volvió
unos instantes después con un DVD,
y sonriéndome y dándole al play mientras nos terminamos el
café, en la pantalla apareció una escena de una peli porno,
Ahora, termínate el café
y haz tu trabajo, que después tienes
faena, ya ves lo que me gusta y
no estoy dispuesto de dejarte marchar
sin estrujarte bien de leche esos
huevos.