viernes, 1 de marzo de 2013

El instalador de alarmas II El casado ilustración de Gonzalo López



                                                
Sólo unos días después, comencé a trabajar  en  la empresa, y aunque eso de ir de casa en casa te ofrece muchas posibilidades, no siempre encajan  bien, o no son del palo que te apetece,  pero en este caso al igual que en otro par de ellos  que continuaré relatando, fue de lo más  estimulante para mi, sin mas preámbulos paso a narraros lo acontecido.

¿Sra. de Sanchís ?

Si, ¿dígame?

Soy Fran, de  la empresa de alarmas,  la llamaba  para  ver si mañana podemos hacer  el mantenimiento  anual  y  ponerle  el nuevo sensor solicitado en la bodega.

Pues no  sé qué decirle, porque  aunque  yo en principio suelo estar en casa,  para estas cosas, no quiero estar  sola  y además  quiero  que  este  mi marido, así  si le parece,  me da su teléfono  y  le llama él,  y  así concretan  ya  la visita.
De acuerdo, tome nota, mi teléfono es  685 9.. …,

Le repito 685 9.. …, así es.

Bien, pues  en  un rato le llama mi marido y se ponen de acuerdo.

No habían  pasado más de cinco minutos cuando  suena mi teléfono.

¿Fran?
Si soy yo, contesto.

Soy Jorge Sanchís, me acaba de comenta mi mujer  lo de su visita   y si le viene bien mañana sobre las cuatro de la tarde sería perfecto.
Bueno,  tenía previsto su visita para la mañana, pero creo  que no habrá ningún problema en resolverlo y cambiarlo.

Entonces si le parece bien,  salvo  algún imprevisto, nos vemos mañana a las cuatro.

De acuerdo Fran, hasta  mañana.

Cuando colgué,  ya  la voz  me había gustado,  un tono suave y melódico, pero no mariquita, voz potente,  pero educado, capaz de cautivarme a la primera.

A la tarde siguiente, al llegar a la vivienda,  ya  se me pusieron los dientes  largos, una urbanización privada,  vivienda unifamiliar, con una buena parcela, al tocar el timbre, salió a  abrirme  la mujer, ya  que  aprovechó  para salir a  hacer  unas gestiones, el marido detrás  se adelantaba  por el pasillo de entrada  entre una perfecta vereda enlosada  y  demarcada  por  arbustos  y  flores  variadas, que colgaban de unos grandes jarrones sobre  columnas romanas.

El jardín  estaba  precioso  y  muy bien cuidado, pero sobre todo  era el marco perfecto  para Jorge, un tío de algo más de cuarenta años,  sobre  metro  ochenta de estatura, sin exageraciones, pero bastante marcado,  rapado, piel muy  bronceado,  pero  con un brillo especial, y sobre  todo un  bigote tremendo  enmarcando su cara, y dándole  un rasgo duro.
Lucía  una camiseta de tirantes blancos  y un pantalón de pintor de esos anchos que venden en cualquier  mercadillo en  tono blanco también.

Al recibirme un fuerte apretón de manos y una sonrisa que iluminaba su cara al mismo tiempo que me cautivaba.
Al soltarme la mano,  me  la puso sobre el hombre  y  fue bajándola  por mi lomo  hasta el culo  mientras  me invitaba  a  entra en la casa  y me ofrecía  un café,  o un refresco.

Un café con hielo estará bien,  gracias Jorge.

Me pasa directamente a la cocina, una estancia amplia  y  con  una gran mesa de pino, con un banco corrido  en  L, al fondo junto al ventanal ,  donde me  indica que me siente mientras  me prepara el café  y  otro para él,

Yo  no le quitaba el ojo de encima  y en me miraba de reojo,  mientras disimuladamente  se  tocaba el paquete.
Al servírlo,  se restregaba disimuladamente contra mi  hombro y haciéndose el tonto al  verter  el café sobre la taza ,  derramo  algunas gotas  sobre  mi entrepierna, cogiendo  instintivamente un paño  y restregándo  sobre la mancha tratando de aminorar el  daño  ocasionado, y provocando que al levantarme  y ante sus frotaciones,  mi polla quedara marcada en el pantalón  y al cruzarse  nuestras miradas, el fuego de nuestros ojos  nos delatara y nos llevara de una manera incontrolada a fundirnos en un  apasionado beso,  su boca se abría, mi lengua la perforaba,  buscaba en cada recoveco de sus dientes,  llenándola de  mi saliva una y otra vez.
Al separarnos, el muy cabrón, no dejo de halagarme el oído, de  contarme lo  provocadores que eran los pantalones azules oscuros  con  multibolsillos,  el culo  que me hacían  y como remarcaba mi paquete. Yo con sus palabras  más burro me ponía  y acariciaba su culo redondo  y bien formado  y muy trabajado para mantenerlo en forma, dada la edad que tenía parecía el de un veinteañero  y  al acariciarlo estaba duro como una piedra.
El mientras me fue desabrochando los botones de la camisa del mismo  color del pantalón  y  que dado el calor  que hacia  la llevaba arremangada.
Al dejar libre  mi pecho, lo acaricio  y   sacando la lengua  lamió mis pezones, lamió  mi  pecho velludo  perdiéndose en la maraña de pelos, mientras me hablaba de las ganas que tenia de un macho como yo.
El muy cabrón, me recostó contra la mesa mientras daba un  trago al café, y empezó a soltarme  los botones de la bragueta del pantalón.

Cuando saco  mi rabo ,se arrodillo,   y sin más preámbulos, empezó oliéndolo, mi polla  olía a rancio, todo el día de trabajo  y  después de varias meadas  y el sudor, no era a perfume precisamente a lo que olía, pero al  muy cerdo esto  le provocó más  y  tardó  unos segundos en engullirla excitándose  con  mi olor.

Cuando comenzó  a  lamerla, sus ojos cerrados, demostraban  lo mucho que estaba  disfrutando  y a pesar  del bulto que  sus pantalones marcaban, ni tan siquiera  se rozaba  o acariciaba la polla, se limitaba a  comérmela, a ensalivarla  y  atragantarse con ella al intentar   insertársela hasta el fondo  de la garganta   , taponándole  la boca a tope con mis huevos.
Yo con las manos  sobre su nuca, me limitaba a seguir el ritmo que el mismo se marcaba, ya que  disfrutaba de esa comida suave, jugosa, engrasándome  todo el tronco del falo  y sintiendo como  una hilera de saliva  resbalaba  por mis huevos y se perdía sobre el suelo de la cocina.
Le pedí que parara, que  si seguía a ese ritmo, me correría pronto.

Se saco la polla de la boca,  me  miro a los ojos   y me pregunto.

¿Te puedes correr dos veces?

Si pasa algo de tiempo  y  se me provoca, podrían ser dos  y alguna más si merece la pena.

El cabrón  se abrió  mas de piernas  para estar más a la altura de mi  polla y agarrándome de las nalgas se insertó mi polla hasta el fondo de la garganta  empezando  una  comida de nabo  memorial, que  solo dejo durante unos instantes para decirme.

Al correrte, no la saques, descarga dentro.

Me lamió el capullo, y nuevamente  volvió a  tragársela   para después ir soltándola poco a poco y  volvérsela a engullir, pocos minutos después, le avise,

No aguanto mucho más.
Se la trago hasta el fondo,  me apretó  las nalgas  para que no pudiera escaparme  y con un bufido que acompaño  el  escalofrió  que recorrió mi columna me vacié  en su boca  mientras apretaba  su cabeza  contra mi pelvis para  que  tragara toda mi corrida.

Cuando lo solté, se incorporo, cogió su  taza de café, y escupió  toda mi semen.

Es que a mí me gusta el café con leche,  me dijo mientras  me sonreía, nos dimos un nuevo beso,  y  disculpándose salió de la cocina, volvió  unos instantes después con un DVD,  y  sonriéndome  y dándole al play mientras nos terminamos el café, en la pantalla apareció una escena de una peli  porno,

Ahora, termínate el café  y  haz  tu trabajo, que después  tienes  faena, ya ves lo  que me gusta y no estoy dispuesto de dejarte marchar  sin  estrujarte bien de leche esos huevos.





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