jueves, 20 de junio de 2013

Después de las doce

Hacía tiempo que cazábamos juntos, Pep y yo; teníamos muchas cosas en común, tantas que a veces no se sabía muy bien cuál era el pensamiento de uno  y del otro,  ni cuáles eran las preferencias que nos diferenciaban, los dos íbamos en el mismo pack, incluso a veces a  mí  me llamaban Pep,  y al el Xavi.

Algún fin de semana  nos juntábamos el viernes  para una comida tardía  y  no nos separábamos  hasta el lunes a la hora en que cada uno debíamos de acudir a nuestros respectivos trabajos, cosa  que el algunos casos  gracias a los turnos no era  hasta  tarde noche el momento de la separación.
A los dos  nos encajaba más o menos el mismo tipo de hombres, pero sobre todo  nos perdía el morbo, nos perdía una actitud, una forma  de afrontar el sexo,  marcado  por la hombría  y la falta de feminidad en nuestras conquistas.
Entre risas solíamos decir, que  para follar con nenas, nos buscábamos  hembras reales, éramos alérgicos a la pluma en general.
Dos tíos en  la treintena, en  esa  edad plena, donde nada se te pone por medio y el cansancio físico no hace mella, incluso después de toda  una noche de cachondeo.
Físicamente complementarios, el  delgado  pero  marcado de horas de gimnasio, yo  fuerte  pero definido, en ese punto medio entre el cachas  y el tío marcado  por el esfuerzo físico del trabajo.
Yo aún no  había pasado  de los treinta y cinco  mientras él se acercaba ya  a los treinta  y ocho  y  nuestras  noches de  juerga eran  comentario  entre  algunos  núcleos de Chueca.

En un principio  cuando nos conocimos,  me llamó la atención de lo conocido que era,  unas semanas antes había sido imagen de unos carteles de una famosa fiesta bajo el  paraguas del Día del Orgullo, y por ese motivo  eran legión de  jovencitos plumeros  los que bebían los vientos por él, y  lo perseguían  y acosaban haya donde fuéramos, este cartel, agregado a su  metro  ochenta largo, su cara de ángel  y  sus  melancólicos  ojos azules acompañados de esa  perilla  romántica del siglo XIX, eran sus bazas más marcadas, pero metido en faena, esa cara angelical  se convertía en  osadía, en bravura  y  feromonas electrificando   cada rincón del local  que pisábamos.
Yo era  nuevo en  este sitio,  hacía poco  me había desplazado de Barcelona  y  a pesar de  ser  físicamente una persona estándar, mi cara de  chico  bueno  y la novedad en  la plaza  me hacía  codicia  de muchos ojos.
Mido  metro  setenta y cinco,  mi peso está rondando los ochenta kilos,  y  esa marcada complexión fuerte,  junto  con  mi cara de camionero  y mis andares  de  albañil de la construcción, nos convertía en un dúo altamente llamativo.
Después  metidos en materia, y  en  los locales que más nos gustaban  éramos todo  una exhibición ,hasta el punto que a veces  ni tan siquiera nos permitían  tomarnos  relajadamente una copa y este es el caso  con el que voy a comenzar esta serie de relatos que  quiero compartir con vosotros y que como título genérico  los llamaré, después de  las doce, ya que es  la hora a la que comenzamos normalmente nuestra cacerías.
Ya era cerca de la una de la madrugada, después de varios garitos para matar el tiempo  llegamos  a nuestro favorito en  Malasaña.

Extrañamente  había poca gente, en el ropero  siete  u  ocho  perchas ocupadas, me  asome al local antes de desnudarnos  y al comentarlo con el camarero,  se rió  y me dijo, ya sabes,  fin de mes, eso se nota siempre.
Nos acomodamos en la barra,  en  la esquina próxima al slim, Pep, fue al servicio,  y  desde ese rincón  pude ver a los dos tíos que había  tomando sus cervezas en la barra, y la verdad, pensé que  de ser esto lo que había en el local, sería una  noche muy tranquila.
Llevaba  más de cinco minutos de espera, y seguía solo, lo cual  me daba esperanzas,  pero  en esos pensamientos estaba, cuando  lo vi salir, su mástil apuntaba  alto, y una sonrisa  iluminaba su cara.

- ¿Qué,  ya te han calentado?
- Bueno solo  un poco de juego, me apetece ser travieso, y creo  que hay  la gente adecuada.
Me  soltó  una sonrisa de esas suyas  que sin decir nada te lo deja todo lo suficientemente claro  y seguimos bebiendo nuestras cervezas, mientras que tres  tíos que salieron  uno detrás del otro del cuarto oscuro desfilaban  a nuestro lado  una y otra vez, esperando no sé qué  señal, o  que indicación, pero  antes o después  estaba seguro  que algo acontecería.
- Ahora verás,
Me dijo Pep, mientras chasqueaba los dedos.
Me quede expectante, de los tres tíos que pululaban a nuestro alrededor  dos de ellos se acercaron, agacharon  la cabeza se arrodillaron ante él,  y cada uno por una  pierna, esas  potentes  piernas como columnas de templos sagrados subía lamiéndola desde los pies  en los gemelos  le daban  ligeros mordisquitos con los labios, en la corva de la rodilla  se esforzaban  por  lamer cada milímetro y  buscar  los puntos más placenteros  mientras el sin dejar de mírame  y  dando  una fuerte calada al cigarrillo que tenía entre  los labios,  me decía

- ¿Ves cómo te he dicho que la noche  daría para juego?
El tercero  de modo receloso  pasaba cerca, se paraba unos instantes y cuando  por enésima vez trataba de emprender camino, Pep, lo espeto   diciéndole.
- Tu cabrón, ¿no ves que tienes trabajo?

Se paró en seco, se clavó de rodillas delante de mí, y hundiendo  su lengua  en  mis ingles, empezó a lamer  mi  entrepierna con verdadera pasión.
Pep, se levantó de la banqueta, se puso en pie, y cogiendo a  uno de ellos por los huevos, el  más grande  y  vicioso, lo llevo a la cruz de San Andrés y tras  inmovilizarlo brazos y piernas, se limitó a jugar  con él.
Le cogió, de la mandíbula, mientras le GRITABA
- ! Abre la boca, cabrón¡
Bebió un largo  trago de cerveza  y  acercando su  boca a  la de él, se limitó a transvasar una buena  porción de líquido de boca a boca.
Al segundo lo cogió de los pelos y arrastrándolo de rodillas hasta donde ellos estaban, lo puso a lamer la entrepierna del que estaba inmovilizado, llevándole  su boca hasta su entrepiernas,  y   situándole tras él, sentado en el suelo,  apoyado contra la pared  y  con el culo del primero delante de su boca,  le grito.

- ! Tú, perro, lame ese culo,  límpialo bien, y  lubrícalo, para lo  que  venga después ¡

El perro  aferro con las dos manos  a los muslos del otro y dando  un fuerte gemido  como respuesta a la orden de Pep, se dedicó  efusivamente a  su labor, mientras el otro perro  jadeaba del  gusto y del dolor que  las manos  de Pep, le proporcionaba en los pezones retorciéndoselos de  manera inmisericorde.
Yo seguía el espectáculo tranquilamente,  pero  cada vez más excitado  por la experta lengua que jugaba  en mi entrepiernas, con mis huevos  y  a veces de manera osadamente en la entrada de mi culo.

Entonces Pep  miró al camarero, este se acercó, ya que tampoco  se estaba perdiendo la acción, y  le pidió  un dildo  y unas pinzas.
Se mojó la yema de los dedos,  acaricio nuevamente cada uno de los pezones, y cuando más relajado estaba el perrote  por el placer del masaje,  le  colocó, sin consideración alguna,  las pinzas.
Una exclamación salió  como  un  aullido  de la boca del tío, pero  Pep,  con un fuerte revés  en  la cara  lo aplacó.
El perrote calló, cerró los ojos  y  se relajó disfrutando del  masaje que el otro tío con la lengua le estaba proporcionando.
 Pep se agachó, le ofreció el dildo a lamer al otro tío  y  cuando este  jugaba  con  su lengua entre el culo  y el juguete, se lo hundió no sin cierta violencia  hasta el fondo de un solo golpe.
- ¡Sujétalo sin que se salga¡
gritó al  otro perrako.
Entonces  se dirigió al camarero,  le habló algo al oído que no pude oír y después de obtener la aprobación de este, se colocó  enfrente  de  perrako  atado.


- ¿Cómo estas cabrón?
- En la gloria Señor.
Entonces indicó al otro perrako que le sacase casi del todo el dildo, cuando  estaba a punto de salir,  le ordenó  que lo metiera  hasta el fondo.

Un fuerte gemido fue la respuesta del perrako, mientras  Pep, empezó a mearle  todo le pecho  y  el pubis, este al sentir  el chorro caliente, no se pudo aguantar  y  se corrió sobre la pierna de Pep.
Cuando  estaba soltando  los chorros de leche,  le  dijo a al otro perrako  que  le sacara  el dildo de golpe,  y  le limpiara la leche de  las piernas.
Después de lamerle hasta la última gota,  le tiró  contra el suelo  y  le dijo:
- AHORA CABRÓN,  LIMPIA HASTA LA ÚLTIMA GOTA DE MEOS DEL SUELO, DESPUES, SI QUIERAS SUELTAS A ESTE PERRO.
yo dí una patada al que tanto placer  me estaba dando ,y al  acercarse Pep, me dijo:
- Bueno, ¿qué te parece el comienzo de la noche?
No está mal,  pero  necesito vaciar también mi vejiga.
El perro se acercó nuevamente a mí, abrió la boca  y sujetándole  bien la cabeza, fui descargando lentamente debido al empalme que tenía, permitiendole tragarlo todo lentamente sin desperdiciar ni una sola gota.

Nos pedimos una nueva cerveza,  y seguimos en animada charla  con el camarero, como si  lo ocurrido hasta el momento  hubiera sido  un pequeño aperitivo de lo que la noche  nos deparaba.



sábado, 8 de junio de 2013

LA NOCHE EN BLANCO III

LA NOCHE EN BLANCO III

 
Eran las once de la noche, estaba recién cenado y encendí el ordenador, la curiosidad me invadía e inmediatamente entre en la en la web y busque la dirección.
Varias fotos me confirmaron que era su página, foto de cara, alguna de culo y lo que más me llamo la atención inmediatamente era lo escrito en su perfil.
Joven abierto a todo y con ganas de experimentar busca macho que me enseñe y que me haga superarme en mi entrega.
No me extraño para nada su actitud, sus ganas de darme placer y de hacerme sentir a gusto, aunque de haber sabido antes esto tal vez, mi comportamiento hubiera sido algo más cañero.
En la parte superior veo que me entra un mensaje, lo abro, es él.
- ¿Sabes ya quién soy?
- No, no tengo ni idea aunque tu cara me suena.
Un segundo mensaje,
- ¿Si tienes calma, en cuatro o cinco mensajes lo sabrás?
Le contesto.
- No tengo nada mejor que hacer, estoy deseando de descubrir este enigma.
En un tercer mensaje me llega.
- Este soy yo, adjunto una foto de un niño de cuatro o cinco años.
- Que cabrón eres, ¿quieres ponerme nervioso?
En un nuevo mensaje:
- Jejeje, adjunto una nueva foto con diez o doce años.
En esta foto ya resaltaban sus rasgos característicos, pero no me decía nada aun.
- ¿Tío, a que estás jugando?, le contesto.
Su respuesta ya no traía mensaje, solo dos fotos, la primera con quince años.
Mientras descargaba la segunda, su imagen se iba aclarando en mi mente, al aparecer la segunda, era el de la misma edad con otro chico con la cara borrada.
De fondo una sala que me resultaba familiar, una sala en la que era consciente, que yo había estado muchas veces, pero a pesar de haber trascurrido tan solo media docena de años entre esta foto y el momento actual, no terminaba de ver con claridad.
- Me estoy empezando a inquietar, fue mi respuesta,
Un minuto después, llego nuevamente la foto de los dos chicos, ahora con la cara bien clara.
Me quedé frío, mi espalda era corrida por una gota de sudor, las manos me sudaban, la frente la sentía perlada por gotas de sudor.
Ahora todo era claro, era Luis, con su hermano Carlos, mi íntimo amigo de pubertad y mi compañero de parrandas y despertar al sexo, con el que me inicie y mantuve una intensa amistad y algo más, hasta que su familia se marchó a otra ciudad.
Recibí un nuevo mensaje.
 
- Esta foto la tomaste tú el día de mi 18 cumpleaños, después de que mis amigos se marcharan y quedamos los tres solos en casa.
Mis padres se habían marchado el fin de semana para dejarnos pasar tranquilo el fin de semana y así poder celebrar mi mayoría de edad con mis amigos, quedando mi hermano Carlos como responsable.
Mi mente retrocedió a aquel momento, solo habían pasado 5 años, Luis tendría ahora 23, aunque parecía mucho más joven y en aquel momento tenía un éxito increíble entre las niñas.
Estaba en este pensamiento cuando me llegó el último mensaje.
- Durante mi fiesta de cumpleaños había bebido algo de alcohol, y me sentía un poco mareado, después de hacerme la foto vomité y me llevasteis a la cama.
Un par de horas después, me desperté y oí ruido en la habitación de mi hermano, una línea de luz salía al pasillo y se oían palabra entrecortadas.
Me acerqué, observe por la rendija de la puerta y aquellas escenas se me quedaron grabadas, y me han realimentando mi sexualidad durante estos años.
Tú estabas sentado en lo alto del respaldo del sillón, tu zapatilla sobre el brazo, mi hermano lamia tu zapatilla, tú te manoseabas el paquete, antes de liberarte la polla.

Mi hermano al verte la polla ya fuera, te miró, se incorporó y empezó a lamerte el nabo y los huevos, mientras él se la sacaba y empezaba a manoseársela.

Después, le pusiste de rodillas en el sofá y tras escupirle el culo, lo follaste salvajemente.





Esas imágenes me marcaron en  mí y solo el ver como disfrutabais, como mi hermano gozaba de esa tremenda follada, me abrió la curiosidad, y de no ser porque pocas semanas después de este suceso nos marchamos a vivir a otra ciudad, esto hubiera ocurrido antes.

Hace algunos meses me vine a estudiar y trabajar a Madrid y las vueltas que  da la vida, me hizo encontrarme el otro día contigo.
Solo verte, mi corazón se aceleró y mi mente tejió la tela de araña, en la que caíste.
Ahora ya lo sabes todo, yo he conseguido mi objetivo marcado hace más de cinco años y la experiencia me ha sabido a poco.

En tus manos esta que volvamos a vernos o simplemente pase página.
Mi polla se había vuelto a agitar y mi mente solo pensaba en un nuevo encuentro, un encuentro sin tapujos y sabiendo que busca cada uno en el otro.
Mi respuesta fue un lacónico y breve mensaje.
¿Cuándo nos volvemos a ver?








jueves, 6 de junio de 2013

La noche en blanco II

LA NOCHE EN BLANCO II


Solo oírle, mi polla alcanzo su máxima dureza, le devolví la sonrisa y aflojé mi control, mientras un chorro muy fino empezó a salir por el caño de mi nabo, la fuerte presión hacia rebotar en la garganta y gotas salían de la concavidad mojándome el vientre.


El abría la boca, tragaba y no dejaba que se desperdiciara ni una gota de mi dorado líquido.

Fue una meada larga, espaciosa, e incompleta, solo fui capaz de liberar una parte minoritaria de mis meos, por la dureza de mi nabo.

Cuando acabe, me miró con ojos de lascivia saco la lengua y se relamió los labios, después lamió todo mi pubis, secándolo de las gotas que me habían salpicado, antes de volver a prodigarse en la húmeda y cálida mamada que momentos antes me estaba realizando.

Me terminé de quitar la camisa y mientras jugaba con la lengua en mis huevos, yo jugaba con mis dedos en mis anillados pezones.

Levantó la mirada y al observar mis pezones gordos y duros, se levantó y se deleitó lamiéndolos y mordisqueándolos con los labios.

Levanté un brazo y sin dejar de mirarme a los ojos, empezó a lamerme los sobacos, la mezcla de su saliva con un ligera sudoración de mis axilas, hacían una mezcla especialmente morbosa y excitante, y arrancaron los primeros jadeos de mis labios, su paquete se rozaba constantemente contra mi polla y mis huevos.

En sus vaqueros ajustados y desgastados se apreciaba un generoso bulto hacia la derecha y entre las piernas partidos por la costura del pantalón dos huevos duros y gordos.

Baje el brazo y mientras nuestras lenguas se retorcían en una encarnizada lucha por conquistar húmedos y profundos terrenos ajenos, mis manos bajaron a su culo y a su entrepierna, conseguí desabrochar el botón del vaquero, bajar la cremallera, y recolocar su rabo mirando al cielo, pero cuando trate de meter mi mano entre el pantalón y su culo, me miro y me dijo.

- Espera un momento.

Se sacó las zapatillas y los pantalones y se quedó en calcetines de deportes y un suspensorio rojo de ancha cinturilla.


Yo aproveche para quedarme sin nada de ropa, pero mi mirada no se podía apartar de ese culo enmarcado por las cintas rojas de diminuto calzoncillo, su redondez destacaba, y la blancura de sus glúteos en contraste con el rojo, lo hacía más apetitoso.

Le puse de rodillas sobre el sofá, el respaldo del mismo le hacía de soporte y agachándome su culo quedo a la altura de mi boca.

Cerré los ojos, hundí mi cara en sus nalgas y disfrute de ese olor a recién salido de la ducha, esa piel clara, mantenía los olores cosméticos por largo tiempo y mi lengua se deslizo por esos glúteos blancos, sin un solo pelo ,hasta llega al rosetón oscuro de su ano.


Salivaba, lamia, metía la lengua, me ayudaba de mis dedos, el gemía, se retorcía, reclamaba más, mis manos agitadas azotaban las blancas y redondas posaderas, dándole un rosado tono a su apetecible culo, a cada azote, un suspiro, a cada lengüetazo un gemido, a cada dedo que se introducía en su cada vez más dilatado túnel, el exige más, y mi polla babeaba exigiendo su tiempo de juego, reclamando su protagonismo.
Volvió la cabeza,  miró y me dijo:

- Fóllame, no aguanto más, y mi culo está preparado y supercaliente.


Me incorpore, le agarre de las caderas y mi polla resabiada y experimentada con un ligero movimiento de caderas se sitúa a la entrada de la cálida gruta de su abierto y lubricado agujero, empujé y suavemente me hundí, no tenía prisa, pero tampoco deseaba retroceder, empujaba, el jadeaba, proseguía, el gemía, cuando mis huevos chocaron contra los suyos, una fuerte exclamación salió de su boca

- ¡Fóllame fuerte ahora!

Oírle y no poder parar, mis envestidas salvajes, mi follada violenta, mis azotes brutales fueron todo un concierto durante más de cinco minutos.


De vez en cuando mi mano derecha llegaba hasta su polla, tanteaba su agujero y notaba como lubricaba, como su líquido preseminal lo mojaba todo y volvía a coger ritmo en mis envestidas.

Cuando a punto estuvo de correrse, me pidió parar, saqué la polla de su culo, él se dio la vuelta, se sentó en el sillón y me lamió el nabo mientras se acariciaba su nabo.

- No puedo más le dije, estoy a punto.

- Se sacó la polla de la boca y me dijo.

- Suéltalo todo, me gusta olerla, sentirla estrellarse en mi cara y resbalar por ella.

Mientras con la lengua trato de atraparla y lamerla.

- Yo también estoy a punto.
Me abandoné, la metí de nuevo en su boca, y solo algunos segundos después cuando sentí que la explosión de leche se acercaba, me retiré unos momentos y descargué sobre sus labios, sobre su nariz, sobre su ojo izquierdo, mientras me retorcía de placer y jadeaba.

Él, con mi primera descarga cerró los ojos y abrió la boca, empezó a jugar con su lengua a buscar cada descarga sobre sus labios y entre gemidos y jadeos, soltó sobre su vientre largas descargas de leche caliente y transparente.


Nos fundimos en un cálido y tierno beso, mi leche se extendía entre su boca y la mía, su lengua me devolvía algunos cuajarones de mi densa lefa, y nuestros poros abiertos del prolongado juego nos envolvieron en una capa de sudor compartido.


Nos fuimos a la ducha juntos, me enjabonó, me secó cada rincón de mi piel, y tras vestirme y a la hora de salir por la puerta, me dio el papel que había traído antes y depositado en la entrada bajo las llaves.

Al ir bajando la escalera lo miré, en el aparecía una dirección de Internet www.tuamo.net/tuchico.
 

 

domingo, 2 de junio de 2013

La Noche en Blanco

La noche en Blanco

Son las ocho de la tarde del sábado, hoy en Madrid  se celebra nuevamente la noche  en blanco, casi dos centenares de eventos  culturales se desarrollarán  por distintos escenarios del centro de la ciudad.

Mi estado anímico está bajo mínimos, estoy cabreado con el mundo entero  y conmigo mismo, mis colegas se han ido de acampada y me encuentro solo, con la moral por los  suelos y sin un plan claro para el fin de semana.

Aún no he conseguido  salir de mi atontamiento  la siesta ha sido larga y aunque  sigo sin levantarme del sofá, mi cabeza se resiste a  permanecer inmóvil, quiere acción, quiere planear  la noche, quiere  que  recupere mi autoestima, pero  hasta mi libido  que suele ser  el detonante de  mi nuevo resurgir, el punto de inflexión de mi estado de ánimo se resiste a colaborar.

Una larga  y  tibia ducha tonifican mi piel, un gran vaso de café con hielo, despierta mi mente, de forma automática me seco,  me visto y sin nada establecido salgo a la calle sin un plan definido como  desde hacía mucho tiempo no lo llevaba a cabo.

Me desplazo por el Madrid de los Austrias, en una pequeña plaza  encuentro a un grupo  escenificando  una situación, la vistosa ropa me hace  fijarme por unos segundos en ellos, luego giro la cabeza  para continuar  hacia otro espectáculo, pero  mi vista se queda trabada, no me sigue.

Paro, me concentro, vuelvo la cabeza, si es él, ese vaquero  que marca un culo redondo, altanero, es como una segunda piel  que recubre esas nalgas y esa espalda perfecta, unas piernas potentes, una camisa azul marino llega hasta un cuello fuerte, robusto coronado  por una cabeza rapada, la altura  no  es superior al metro setenta, pero las proporciones son perfectas.

Clavo mi mirada en él, mis ojos como dos haces de luces infrarrojas se han clavados en su cuerpo, por un momento temo que  llegue a percibirlos, por unos segundos soy incapaz  de apartar mi mirada y continuar  camino.


El gira  su cabeza, unos ojos color almendras, rasgados, vivaces y picarones me miran, una sonrisa  se refleja  en su cara, haciendo más prominente  esa perilla pelirroja  que enmarca  su boca.

Sus labios gruesos, sensuales, se humedecen  mientras  entreabre  la  boca y vuelve a  girar   la cabeza interesándose por el espectáculo.

Sigo unos segundos más como hipnotizado, necesito sacudirme la cabeza  para salir de  mi ensimismamiento  y continuar calle  abajo  hacia la Plaza Mayor.

La luz del día había dejado  paso a las farolas  y  un juego de luces  y sombras entrecruzadas  daban una nueva perspectiva de las callejuelas, cuando por el arco de Cuchilleros  hago entrada en  la Plaza Mayor.

Recorro  de rincón a  rincón  la plaza  con la mirada, al menos   cuatro grupos de gente rodean sendos espectáculos, y mi vista se vuelve a fijar  en  una columna a la izquierda, detrás de ella los vaqueros  y  la camisa  azul oscuro, presto atención, décimas de segundo después por el otro lado de la misma la perilla pelirroja, los ojos  picarones  y la sonrisa me provocan  con la mirada.


Mi voluntad desaparece, mis pies  tomando  plena decisión  le siguen, a  la derecha sale  a la calle Toledo,  voy detrás de él, el mundo desaparece ante mí, y solo existe él, solo  veo  su culo, su sonrisa, su mirada provocadora.




Al cabo de un rato, se para, busca en el bolsillo  y saca unas llaves ante  un viejo  portalón de madera en estado deplorable, lo abre  entra pero se preocupa de que no cierre del todo.

Dudo unos segundos antes de empujarlo  e introducirme  en su interior, cuando lo hago me giro  para asegurarme que queda bien cerrada, cuando   unas manos  me levantan los brazos  sobre  la fría madera, mientras me  oprimen el cuerpo sobre ella  y el propio cuerpo.

No me había dado tiempo a encender la luz  y  la  poca claridad que se filtra desde la calle me impide apreciar poco más  que un bulto, puedo sentir  su aliento en  mi cuello, su calor  corporal al contacto de su cuerpo  y  el mío, su respiración tranquila  y pausada.

Iba a  empezar a protestar, cuando su voz imperiosa, me pidió que me callara, para continuar  casi en un susurro al tiempo que besuqueaba mi cuello, diciéndome las ganas que me tenía desde hacía tiempo.

- ¿Nos conocemos? - pregunte  ingenuamente.

- Claro que sí, me contestó, al tiempo que volteaba mi cuerpo,  y  sus labios  y los míos confluían en un primer beso apasionado.


En la oscuridad, sus  ojos tomaron vida,  su sonrisa se ilumino  y en mi cerebro esos rasgos empezaron a tomar  forma y a recordarme a alguien.

¡Vamos a mi casa! Son cinco pisos, pero  después te sabré recompensar.

Mi memoria se había puesto en funcionamiento, durante los distintos tramos de escalera  trabajan a un ritmo  trepidante , tratando de  identificarlo, provocando  que al llegar por fin a la buhardilla ,estuviera  física  y  mentalmente  extenuado,

Me deje caer  sobre  un sillón, mientras me traía  la bebida que me  había ofrecido, con la mirada recorría  cada rincón de la sala buscando  una pista que lo identificara, pero  a pesar de estar  toda la pared recubierta de pinturas no encontré una sola fotografía que me ayuda en la empresa  que me ocupaba.

Al volver de la  cocina con las cervezas le vi  que traía  un trozo de papel que dejo  en la entrada  bajo las llaves de la casa.

Se me acerco despacio, su torso desnudo, se había quitado la camisa, su piel clara, su pecho imberbe, pero  definido y  dos pezones bien  marcados era todo una provocación, su cara de niño malo, reflejaban  poco más de veinte años.


Según se aproximaba me puse en pie, le puse una mano en la nuca, otra  en  el culo y lo atraje  hacia mi mezclándonos en  un  beso húmedo, su lengua, su  saliva, inundaban  mi boca, sus labios  mordían  los míos, mientras sus manos trataban de arrancarme  la camiseta  y desabrocharme los pantalones.


El niñato  me estaba confundiendo todo el tiempo  y yo me estaba dejando llevar, me sacó  la polla, se arrodillo   e  hizo desaparecer  mi  nabo en su boca.

Cerré los ojos y me entregué  al juego perdiendo la noción del tiempo.

Cuando note como la vejiga  no podía aguantar  mucho más tiempo sin evacuar, le pedí que parara  para  ir al baño.

Levantó  la  mirada, sus ojos se  clavaron en los míos, me sonrió,  su mirada se hizo turbia mientras me dijo.

- ¿No te vale el recipiente que tienes  para mear dentro?