La
noche en Blanco
Son
las ocho de la tarde del sábado, hoy en Madrid
se celebra nuevamente la noche en
blanco, casi dos centenares de eventos
culturales se desarrollarán por
distintos escenarios del centro de la ciudad.
Mi
estado anímico está bajo mínimos, estoy cabreado con el mundo entero y conmigo mismo, mis colegas se han ido de
acampada y me encuentro solo, con la moral por los suelos y sin un plan claro para el fin de
semana.
Aún
no he conseguido salir de mi
atontamiento la siesta ha sido larga y
aunque sigo sin levantarme del sofá, mi
cabeza se resiste a permanecer inmóvil,
quiere acción, quiere planear la noche,
quiere que recupere mi autoestima, pero hasta mi libido que suele ser
el detonante de mi nuevo
resurgir, el punto de inflexión de mi estado de ánimo se resiste a colaborar.
Una
larga y
tibia ducha tonifican mi piel, un gran vaso de café con hielo, despierta
mi mente, de forma automática me seco,
me visto y sin nada establecido salgo a la calle sin un plan definido
como desde hacía mucho tiempo no lo
llevaba a cabo.
Me
desplazo por el Madrid de los Austrias, en una pequeña plaza encuentro a un grupo escenificando
una situación, la vistosa ropa me hace
fijarme por unos segundos en ellos, luego giro la cabeza para continuar hacia otro espectáculo, pero mi vista se queda trabada, no me sigue.
Paro,
me concentro, vuelvo la cabeza, si es él, ese vaquero que marca un culo redondo, altanero, es como
una segunda piel que recubre esas nalgas
y esa espalda perfecta, unas piernas potentes, una camisa azul marino llega
hasta un cuello fuerte, robusto coronado
por una cabeza rapada, la altura
no es superior al metro setenta,
pero las proporciones son perfectas.
Clavo
mi mirada en él, mis ojos como dos haces de luces infrarrojas se han clavados
en su cuerpo, por un momento temo que
llegue a percibirlos, por unos segundos soy incapaz de apartar mi mirada y continuar camino.
El
gira su cabeza, unos ojos color
almendras, rasgados, vivaces y picarones me miran, una sonrisa se refleja
en su cara, haciendo más prominente
esa perilla pelirroja que
enmarca su boca.
Sus
labios gruesos, sensuales, se humedecen
mientras entreabre la
boca y vuelve a girar la cabeza interesándose por el espectáculo.
Sigo
unos segundos más como hipnotizado, necesito sacudirme la cabeza para salir de
mi ensimismamiento y continuar
calle abajo hacia la Plaza Mayor.
La
luz del día había dejado paso a las
farolas y un juego de luces y sombras entrecruzadas daban una nueva perspectiva de las callejuelas,
cuando por el arco de Cuchilleros hago
entrada en la Plaza Mayor.
Recorro de rincón a
rincón la plaza con la mirada, al menos cuatro grupos de gente rodean sendos espectáculos,
y mi vista se vuelve a fijar en una columna a la izquierda, detrás de ella
los vaqueros y la camisa
azul oscuro, presto atención, décimas de segundo después por el otro
lado de la misma la perilla pelirroja, los ojos
picarones y la sonrisa me
provocan con la mirada.
Mi
voluntad desaparece, mis pies tomando plena decisión le siguen, a
la derecha sale a la calle
Toledo, voy detrás de él, el mundo
desaparece ante mí, y solo existe él, solo
veo su culo, su sonrisa, su
mirada provocadora.
Al
cabo de un rato, se para, busca en el bolsillo
y saca unas llaves ante un
viejo portalón de madera en estado
deplorable, lo abre entra pero se
preocupa de que no cierre del todo.
Dudo
unos segundos antes de empujarlo e
introducirme en su interior, cuando lo
hago me giro para asegurarme que queda
bien cerrada, cuando unas manos me levantan los brazos sobre
la fría madera, mientras me
oprimen el cuerpo sobre ella y el
propio cuerpo.
No
me había dado tiempo a encender la luz
y la poca claridad que se filtra desde la calle me
impide apreciar poco más que un bulto,
puedo sentir su aliento en mi cuello, su calor corporal al contacto de su cuerpo y el mío,
su respiración tranquila y pausada.
Iba
a empezar a protestar, cuando su voz
imperiosa, me pidió que me callara, para continuar casi en un susurro al tiempo que besuqueaba
mi cuello, diciéndome las ganas que me tenía desde hacía tiempo.
- ¿Nos
conocemos? - pregunte ingenuamente.
- Claro
que sí, me contestó, al tiempo que volteaba mi cuerpo, y sus
labios y los míos confluían en un primer
beso apasionado.
En
la oscuridad, sus ojos tomaron
vida, su sonrisa se ilumino y en mi cerebro esos rasgos empezaron a
tomar forma y a recordarme a alguien.
¡Vamos
a mi casa! Son cinco pisos, pero después
te sabré recompensar.
Mi
memoria se había puesto en funcionamiento, durante los distintos tramos de
escalera trabajan a un ritmo trepidante , tratando de identificarlo, provocando que al llegar por fin a la buhardilla
,estuviera física y
mentalmente extenuado,
Me
deje caer sobre un sillón, mientras me traía la bebida que me había ofrecido, con la mirada recorría cada rincón de la sala buscando una pista que lo identificara, pero a pesar de estar toda la pared recubierta de pinturas no
encontré una sola fotografía que me ayuda en la empresa que me ocupaba.
Al
volver de la cocina con las cervezas le
vi que traía un trozo de papel que dejo en la entrada
bajo las llaves de la casa.
Se
me acerco despacio, su torso desnudo, se había quitado la camisa, su piel
clara, su pecho imberbe, pero definido
y dos pezones bien marcados era todo una provocación, su cara de
niño malo, reflejaban poco más de veinte
años.
Según
se aproximaba me puse en pie, le puse una mano en la nuca, otra en el
culo y lo atraje hacia mi mezclándonos
en un
beso húmedo, su lengua, su
saliva, inundaban mi boca, sus
labios mordían los míos, mientras sus manos trataban de
arrancarme la camiseta y desabrocharme los pantalones.
El
niñato me estaba confundiendo todo el
tiempo y yo me estaba dejando llevar, me
sacó la polla, se arrodillo e
hizo desaparecer mi nabo en su boca.
Cerré
los ojos y me entregué al juego
perdiendo la noción del tiempo.
Cuando
note como la vejiga no podía
aguantar mucho más tiempo sin evacuar,
le pedí que parara para ir al baño.
Levantó la
mirada, sus ojos se clavaron en
los míos, me sonrió, su mirada se hizo
turbia mientras me dijo.
- ¿No
te vale el recipiente que tienes para
mear dentro?
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