jueves, 11 de abril de 2013

La entrevista


LA ENTREVISTA

       

Por mi trabajo, soy una persona  que constantemente  tengo reuniones  y mi agenda está llena de entrevistas personales, pero  en este caso  era  una reunión excepcional, estábamos cerrando un negocio muy importante  y la reunión era  en un edificio oficial.

Un bedel  me acompaño por diversos  pasillos de la planta tercera, hasta llegar a  un despacho al final de un corredor, con  amplias  vista  sobre  el Manzanares.

Al otro lado de la mesa  un hombre de aspecto serio, vestido de traje  oscuro, edad media sobre los cuarenta, corbata un tanto atrevida en colores chillones ,pelo corto, y barba muy recortada; la estatura  rondaría el metro setenta y cinco y  su peso  estaría  alrededor de  los setenta kilos.

El saludo con un fuerte apretón de manos, y mirada fija en mis ojos, me hizo empezar  la reunión un tanto desconcentrado, pero a lo largo de la entrevista, su sonrisa abierta, rozando la carcajada, sus modos amables  y  su conversación amena  y gestual, me  fueron relajando hasta llevar en algún momento  la conversación al terreno  personal.

A veces mientras hablábamos  su mirada fija en mí, mientras  su mano  derecha se perdía  bajo la mesa  y manoseaba su entrepierna, le daba a  la conversación una atmósfera especial.

Al terminar la conversación, me acompaño a la puerta y tras cerrarla, mirando de soslayo,  percibí como me observaba  desde el otro lado del cristal.

La excitación de la entrevista, junto  con  el largo tiempo transcurrido, hacían  que sintiera  bastante presión en mi vejiga, busco a lo largo del corredor  hasta ver  un cartel anunciando del baño, entro  y  tras dejar la cartera encima del lavabo  me pongo relajadamente a mear, el líquido ambarino sale a presión, oloroso, de color fuerte y caliente.

Oigo que alguien entra, pero por respeto, ni tan siquiera me doy la vuelta; cuando  a mi espalda alguien  me habló.

Hombre  si  tantas ganas tenías, podías habérmelo dicho y yo mismo te hubiera acompañado.

Volví la cabeza  y  lo encontré a mi lado, secándose las manos, con su sonrisa más cálida, y  su mirada más picara.

Sin tan siquiera apartar la mirada de mis ojos, se llevó la mano al paquete  y  de manera ostentosa, se  lo tocó, marcó  descaradamente su rabo y se aseguró de que me  fijara bien  en ello  y  el gran tamaño del instrumento.

Mirándole fijamente me doy la vuelta, mi nabo  había crecido  y estaba en pleno esplendor, me mira se sonríe, se acerca, me  coge de la nuca, me agarra  la polla, me come la boca, mete su lengua  hasta el fondo de mi garganta, y  al retirar su cara de la mía, me dice.

¿Qué te parece si  continuamos “la reunión” en mi despacho?

                                                  

Me quedo un poco aturdido, tartamudeo hasta que logro  pronunciar palabra  y un lacónico “de acuerdo”,  sale de mis labios.

Recorremos de vuelta el trayecto  andado, él va delante de mi unos pasos, los pantalones de lana fría  le marcan un culo esculpido, moldeado de largas horas de gimnasio, vuelve la cabeza, me sonríe, se ha dado cuenta de mi mirada descarada a su culo y dejándome acercar a él, me  susurra, podrás hacer con él lo que quieras si eres generoso conmigo.


El comentario, me ruboriza, no sé, en qué sentido lo dice  y por mi mente se cruza el famoso dicho  “de donde sacas la  olla, no metas la polla”, pero ya es tarde, las cartas están encima de la mesa y no hay vuelta atrás.

Entramos a su despacho, de nuevo se va tras la mesa, aprieta  un  botón en el teléfono y le oigo que dice.

Elena, por favor, hasta nuevo aviso estaré en una reunión muy importante, no me pase  llamadas, ni  me moleste bajo ningún concepto, tome  nota de cualquier incidencia  y cuando  concluya la reunión, ya me pondrá  al corriente.

Se acerca al ventanal que  da al pasillo  interior, corre  las cortinas y  aflojándose el nudo de la corbata se acerca a mí que  permanezco de pie en medio de la sala.

Al verle aproximarse, dejo caer el maletín sobre la silla más próxima y  noto como me abandono  entre sus brazos.

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