EL JARDINERO.
Hacía ya alguno años que Peter
me llevaba invitando a pasar unos días en su chalet cercano a Benidorm, unas veces por corte
otras por no querer se gorrón, o
bien por falta de tiempo, nunca había aceptado esta amable invitación.
Peter era un
hombre serie, de aspecto varonil, pero
en privado, eran otras las formas y su
modo de comportarse, pero esto, en lo muy privado.
Este año por motivos personales y circunstancias de
trabajo, tenía casi todo el verano libre, y
necesitaba un lugar tranquilo, donde poder concentrarme y
preparar a conciencia mi nuevo
proyecto y decidí aceptar su amable invitación, ello sé
que conllevaría entrar en ese ámbito privado; que a mí, tanto como a él
nos gustaba, y llegaba a agotarnos en
largas veladas.
Pero para
empezar, un ligero aperitivo:
Al segundo día de
llegar al lugar, una llamada urgente de Londres, le hace precipitar un viaje previstos para unas
semanas después,
- Me alegro que
estés aquí Curro, así me iré más
tranquilo estando tu controlando la
casa, no te preocupes por nada, Carmen,
vendrá todos los días a atender la casa y la cocina,
tu haz tu vida como quieras, solo que debes de ser muy prudente si invitas a alguien a la casa.
Todas las tardes de ocho a diez viene Tito el
jardinero, él tiene llaves del jardín y acceso a
la caseta de labor donde
guarda todas las herramientas
necesarias, así que ni siquiera te tendrás
que preocupar de él, pero cuenta
con su presencia en esas horas.
- Ayer cuando llegué era al atardecer, algo más de las nueve, y aunque
supongo que él debía de estar trajinando
por el jardín, no me encontré con él ,
mi llegada, la bienvenida de
Peter, el refresco y el
enseñarme la casa y mi habitación se llevó más de una hora, y cuando salimos al jardín,
fue simplemente, para tontear un rato, mientras camino de la piscina nos íbamos
desnudando, entre risas, juegos, caricias
y besos.
Hoy nada más comer,
Peter se ha marchado, no lo he visto casi en toda en la mañana con todos
los preparativos, solo estas consignas a
la hora de comer y aun estábamos en los postres cuando ha llegado a recogerle el taxis para llevarlo al aeropuerto.
Carmen, me ha terminado de servir del café, y
tras comentarme lo que
me había preparado para la cena, ha
terminado de recoger y se ha
marchado.
Después de una buena siesta, siempre el primer día que
duermo en cama extraña me cuesta conciliar el sueño, he salido al jardín, la tarde era calurosa
pero una brisa fresca que llegaba del
mar me hacía sentirme muy bien, desnudo
sobre la hamaca, tomando el sol de la caída de la tarde, me ha vuelto a
entrar una modorra y allí estaba, con el culo al aire,
brillante por los aceites bronceadores,
con la zarpa de oso tatuada en mi nalga
derecha ,cuando un ligero ruido a mi
espalda me ha sacado de la borrachera.
Abro lentamente los ojos, no realizo movimiento alguno
y allá como a diez metros a mi derecha, está
él, lleva un peto azul de trabajo, tras los tirantes un torso desnudo, el
ruido no es otro que el
provocado por su potente meada, al caer
sobre la arena de río del parterre del fondo.
Tras sacudirse el nabo, con una mano apoyada sobre la caseta, y mirándome de reojo,
empieza acariciársela.
Desde mi postura
solo un bulto que crece, y un brazo que cada vez hace unos
movimientos más rápidos.
Suena el timbre
de la puerta de la calle, se sobresalta, se la guarda y se encamina a abrirla.
Segundos después, carraspeando se me acerca,
- perdone señor, es el vecino, preguntaba por Peter, pero yo no sé ……
Su pantalón aun
mostraba señales de lo acontecido momentos antes, su paquete a la altura de mis ojos, unos segundos en
silencio, una miradas exploratorias, en su cara un sonrojo, en la mía de
pronto, el aplomo.
- Vale, Tito,
no te preocupes, ya lo atiendo yo.
- Hola soy Curro
- le dije efusivamente al vecino, mientras adelantaba mi mano para saludarle - soy un amigo de Peter, él ha tenido
que salir urgentemente a Londres.
¿Te puedo ayudar en algo?, le pregunte.
- Encantado Curro,
yo soy Ciro, el vecino, ya sabíamos
de tu visita y por eso estoy aquí, mañana daremos una cena en casa y
venía a invitarte.
- No sé, Peter
no me había dicho contado nada, y no sé
si estará bien aceptar la invitación.,
- Nada a las diez te esperamos, no te arrepentirás.
- Titubeando aun, mientras se marchaba solo pude susurrarle
algo así, como - gracias, mañana
nos vemos.
Al volver al interior, Tito se había
soltado los tirantes, unos anchos hombros brillaban
por el sudor, estaba cortando el césped, el ruido de la maquina le impidió oírme al acercarme, cuando llame la atención a escasos pasos de él, se dió la vuelta, unos formidables pectorales, unos
pezones anillados con dos grandes
argollas, y un pecho rasurado, con unos incipientes y espesos pelos de algo más de un milímetros de largos ,
era todo
un deleite para la vista.
Apagó la máquina, y me presente, - soy Curro,
un amigo de Peter, él se ha
tenido que marchar a Londres
urgentemente al mediodía, yo llegué
ayer y estaré por aquí unas semanas.
- Hola soy Tito, bueno eso creo que ya lo sabes, me dijo.
Anoche aún
andaba por aquí, cuando llegaste, pero
no tuvimos ocasión de coincidir.
Sus labios carnosos, trataron de esforzar una medio
sonrisa, sus músculos se tensaron y brillaron, mas con los últimos rayos de sol.
Instintivamente, una mano fue a acariciar su paquete, yo tras el liviano pareo que me había puesto para
recibir al vecino, no podía disimular mi
excitación.
Eran unos instantes tensos, de esos que no hay forma de romper, carraspee un poco tratando de sacar voz de nuevo, Tito se acarició su pecho
izquierdo, tieso, endurecido.
- Bueno,
ya nos seguiremos viendo por aquí - alcance a decirle - di la vuelta
y regrese a mi tumbona, me
deshice del pareo y de nuevo expuse mi
aun blanco cuerpo a los últimos
rayos de sol.
Minutos después, Tito
se me acercó silencioso, recreándose
con la mirada en mis glúteos, yo lo observaba con disimulo y veía
su trabuco crecer tras la fina
tela del pantalón.
- Curro, voy
a tirar a los cubetos de la otra calle, el césped que he cortado, ahora vuelvo.
- No entendí muy bien, su anuncio, ya que él tenía sus
propias llaves, y no tendría que abrirle
la puerta.
Nada más salir, el morbo me pudo, me levante fui
hasta la caseta y allí sobre un viejo sofá, estaba su ropa.
Unos llamativos bermudas de cuadritos azules, y muchas trabillas, por todos los
sitios, una camiseta de licra, con
rebordes en el mismo tono de azul que el pantalón y una zapatillas blancas con
calcetines tobilleros.
Del bolsillo del pantalón, sobresalía un trozo de
tela, tiré de el, y saqué unos
calzoncillos en azul celeste, tenía una ancha cinturilla en blanco, un triángulo
de tela conformaba su parte delantera, y
solo dos tiras de tela que desde atrás se unían a la esquina de abajo del triángulo
delantero, después me enteré que se llama suspensor, pero de momento
no llegaba a comprender ni tan siquiera como podría quedar puesta una
prenda así.
Instintivamente, me lo acerque a la cara, después lo
aproximé a la nariz.
El olor era
fuerte, no era rancio de suciedad, pero
supongo que a lo largo de la jornada eran varios los
jardines que llevaba, y una sudada tras
otra, era el olor acumulado en tan íntima prenda.
Me la volví a llevar a la nariz, inhalé
fuertemente como queriendo
impregnarme de este olor, cuando
apareciendo en el umbral de la puerta,
Tito, me dijo.
- ¿no prefieres, oler la fuente?
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