domingo, 19 de mayo de 2013

El Jardinero


EL JARDINERO.

Hacía ya alguno años que  Peter  me  llevaba invitando a pasar  unos días en su  chalet cercano a Benidorm, unas veces  por corte  otras  por no querer se gorrón, o bien  por falta de tiempo, nunca  había aceptado esta amable  invitación.

Peter  era un hombre serie, de aspecto varonil,  pero en privado,  eran  otras las formas  y  su modo de comportarse, pero esto, en lo muy privado.

Este año por motivos personales y circunstancias de trabajo,  tenía casi todo el verano  libre, y  necesitaba un lugar tranquilo, donde poder concentrarme  y  preparar a conciencia mi  nuevo proyecto  y  decidí aceptar su amable invitación, ello sé que conllevaría entrar en ese  ámbito  privado; que a mí, tanto  como a él  nos gustaba,  y llegaba a  agotarnos en  largas veladas.

 Pero para empezar, un ligero aperitivo:

Al segundo día de  llegar al lugar, una llamada urgente de Londres, le  hace precipitar un viaje previstos para unas semanas después,

- Me alegro  que estés aquí Curro, así  me iré más tranquilo estando tu controlando  la casa, no  te preocupes por nada, Carmen, vendrá todos los días  a  atender la casa  y la cocina,  tu haz tu vida como quieras, solo que debes de ser muy prudente si  invitas a alguien a  la casa.

Todas las tardes de ocho a diez viene Tito el jardinero, él tiene  llaves del jardín  y acceso a  la  caseta de labor donde guarda  todas las herramientas necesarias, así que  ni siquiera te tendrás que preocupar de él,  pero  cuenta  con su presencia en esas horas.
                                                        

- Ayer cuando llegué era  al atardecer, algo más de las nueve, y aunque supongo que  él debía de estar  trajinando  por el jardín, no me encontré con él ,  mi llegada,  la bienvenida de Peter,  el refresco  y  el enseñarme la casa  y  mi habitación se llevó  más de una hora, y cuando salimos al jardín, fue simplemente,  para tontear  un rato, mientras camino de la piscina nos íbamos desnudando, entre risas, juegos, caricias  y besos.

Hoy nada más comer,  Peter se ha marchado, no lo he visto casi en toda en la mañana con todos los preparativos, solo  estas consignas a la hora de comer  y aun estábamos en  los postres cuando  ha llegado a recogerle el taxis  para llevarlo al aeropuerto.

Carmen, me ha terminado de servir del café,  y  tras  comentarme  lo  que me había preparado para la cena, ha  terminado de recoger  y se ha marchado.

Después de una buena siesta, siempre el primer día que duermo en cama  extraña me  cuesta conciliar el sueño,  he salido al jardín, la tarde era calurosa pero  una brisa fresca que llegaba del mar me hacía sentirme  muy bien, desnudo sobre la hamaca, tomando el sol de la caída de la tarde, me ha vuelto a entrar  una  modorra y allí estaba, con el culo al aire, brillante por los aceites  bronceadores, con la zarpa  de oso tatuada en mi nalga derecha ,cuando  un ligero ruido a mi espalda me ha sacado de  la borrachera.

Abro lentamente los ojos, no realizo movimiento alguno y allá como a diez metros  a mi derecha, está él, lleva un peto azul de trabajo, tras los tirantes un torso desnudo, el ruido  no es otro  que  el provocado  por su potente meada, al caer sobre la arena de río del parterre del fondo.

Tras sacudirse el nabo, con una mano apoyada  sobre la caseta, y mirándome de reojo, empieza acariciársela.
                                                   


Desde mi postura  solo  un bulto  que crece, y un brazo que cada vez hace unos movimientos  más rápidos.

Suena  el timbre de la puerta de la calle, se sobresalta, se la guarda y se encamina  a abrirla.

Segundos después, carraspeando se me acerca, 

- perdone señor, es el vecino, preguntaba  por Peter, pero  yo no sé ……

Su pantalón aun  mostraba señales de lo acontecido momentos antes, su paquete  a la altura de mis ojos, unos segundos en silencio, una miradas exploratorias, en su cara un sonrojo, en la mía de pronto, el aplomo.

- Vale,  Tito, no te preocupes, ya lo atiendo  yo.


- Hola soy Curro  - le dije efusivamente al vecino, mientras  adelantaba mi mano  para saludarle - soy un amigo de Peter, él  ha tenido  que salir urgentemente a Londres.

¿Te puedo ayudar en algo?, le  pregunte.

- Encantado Curro,  yo soy  Ciro, el vecino, ya sabíamos de  tu visita  y por eso estoy aquí, mañana  daremos una cena  en casa y  venía a invitarte.

- No sé,  Peter no me había dicho contado nada, y  no sé si estará bien aceptar la invitación.,

- Nada a las diez te esperamos,  no te arrepentirás.

- Titubeando aun, mientras se marchaba solo pude   susurrarle  algo así, como  - gracias, mañana nos vemos.
Al volver al interior, Tito  se  había soltado  los tirantes,  unos anchos hombros  brillaban  por el sudor, estaba cortando el césped, el ruido de la maquina le  impidió oírme al acercarme, cuando   llame la atención  a escasos pasos de él, se dió la vuelta,  unos formidables pectorales, unos pezones  anillados con dos grandes argollas, y un pecho rasurado, con unos incipientes y espesos pelos de   algo más de un milímetros de largos , era  todo  un deleite  para la vista.
                                               

Apagó la máquina, y me presente, - soy  Curro,  un amigo de Peter, él se ha  tenido que marchar a Londres  urgentemente al mediodía, yo llegué  ayer  y estaré  por aquí unas semanas.

- Hola  soy  Tito, bueno eso creo que ya  lo sabes, me dijo.
Anoche aún  andaba por aquí, cuando llegaste, pero  no tuvimos  ocasión de  coincidir.

Sus labios carnosos, trataron de esforzar una medio sonrisa, sus músculos se tensaron  y  brillaron, mas  con los últimos rayos de sol.

Instintivamente, una mano  fue a acariciar su paquete, yo  tras el liviano  pareo que me había puesto  para  recibir al vecino, no podía disimular mi  excitación.

Eran unos instantes tensos,  de esos que no hay forma de  romper, carraspee   un poco tratando de sacar  voz de nuevo, Tito se acarició su pecho izquierdo, tieso, endurecido.

- Bueno,  ya  nos seguiremos  viendo por aquí - alcance a decirle -  di la vuelta   y  regrese a mi tumbona, me deshice del pareo  y de nuevo  expuse mi  aun blanco  cuerpo a los últimos rayos de sol.

Minutos después, Tito  se me acercó  silencioso, recreándose con la mirada  en mis glúteos, yo  lo observaba con disimulo  y veía  su  trabuco crecer tras la fina tela del pantalón.



                                                   


- Curro,  voy a  tirar a  los cubetos de  la otra calle,  el césped que he cortado, ahora  vuelvo.

- No entendí muy bien, su anuncio, ya que él tenía sus propias llaves, y no tendría que abrirle  la puerta.

Nada más salir, el morbo me pudo, me levante  fui  hasta la caseta y allí  sobre  un viejo sofá, estaba su ropa.

Unos llamativos bermudas de cuadritos azules,  y muchas trabillas, por todos los sitios,  una camiseta de licra, con rebordes en el mismo tono de azul que el pantalón y una zapatillas blancas con calcetines tobilleros.

Del bolsillo del pantalón, sobresalía un trozo de tela, tiré de el, y saqué  unos calzoncillos en  azul celeste,  tenía una ancha cinturilla en blanco, un triángulo de tela conformaba su parte  delantera, y solo  dos tiras de tela  que desde atrás se  unían a la esquina de abajo del triángulo delantero, después me enteré que se llama suspensor, pero  de momento  no llegaba a comprender ni tan siquiera como podría quedar puesta una prenda así.

Instintivamente, me lo acerque a la cara, después lo aproximé a la nariz.

El olor  era fuerte,  no era rancio de suciedad, pero supongo  que  a lo largo de la jornada eran varios los jardines que llevaba, y  una sudada tras otra, era el  olor acumulado en tan  íntima prenda.

                                                                               


Me la volví a llevar a la nariz,  inhalé  fuertemente  como queriendo impregnarme de este olor, cuando  apareciendo en el umbral de la puerta,  Tito, me dijo.

- ¿no prefieres, oler la fuente?

                                                     

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