sábado, 4 de mayo de 2013

Los Moros III


Abrí los ojos, me concentré  en analizar  mi alrededor  y  descubrí en efecto, que  eramos  cinco los tíos que estábamos en la estancia,  el que me follaba la boca,  el del supermercado  y dos mas jovencitos que  se tocaban el paquete  descaradamente  ante  la situación  que les ofrecíamos.

                                               

Me clavo  su polla hasta  los  huevos, sus huevos  se estremecían  y mientras  de manera mas  violenta  me sujetaba la cabeza,  mi  boca se inundo  nuevamente, pero  esta  vez del néctar de vida.
                                                     
                                                 

                                                     
Se guardo la polla, mientras miraba a los otro y  les decía, es todo  vuestro.
El del supermercado estaba tumbado  sobre la cama, con la polla en la mano,  y  apenas sin reaccionar, yo  lamiendo  de mis labios los últimos restos de la lefa recibida, cuando uno de los jovencitos me arrastro  hasta el camastro, el otro me despojo de la ropa de cintura para arriba, mientras el primero al llegar al borde de la cama  me empujo la cabeza contra el pollón del morito del supermercado, a través de sus bragueta exhibía orgulloso un enorme rabo de cabeza brillante  y reluciente por el presemen  que  rebosaba de su capullo,
                                                           

                                                             
conocía de antemano mi destino, y por fin  mis sueños mas tórridos  , mis sueños  húmedos y  llenos de fantasía se estaban plasmando.
Por unos minutos estaba dejando de ser  el machito del corral  para convertirme en la puta de estos cuatros marroquíes, de sus olores de sus jerga, era su juguete, su entretenimiento y estaba disfrutando como nunca.
Por momentos no sabia si  me había  ocurrido o estaba punto de correrme, pero  lo que si recuerdo es  un hilo que colgaba continuamente de mi polla y  los huevos  a punto de reventar.

                                                         
                                                         

El moro del supermercado  me agarro de la nuca, apretó  fuertemente mi cabeza  contra su polla  y  la sentí  tan dentro de mi boca que por momentos pensé que me asfixiaría, me  aflojo la presión sobre la cabeza,  la eleve tomé aire,  y  como  por  resorte de su mano, aunque ahora de forma voluntaria  me volví a clavar en lo mas profundo de la garganta este  instrumento de placer, sus huevos bajo mi nariz, era la inspiración contante, la inhalada profunda del  elixir del vicio  , como  si del mas poderoso poppers del mercado se tratara.
Lleve disimuladamente  mi mano derecha a su ingle  y mientras le acariciaba los huevos la  roce,  imprimiéndola de sus olores mas salvajes, y   al sacar  ligeramente  la polla  de mi boca, la lleve a mi  nariz, obteniendo así  un nuevo colocón, un nuevo empuje salvaje, que me preparase  para  lo que la aventura  me depararía en le  futuro más inmediato..
Los otros dos  jóvenes estaban detrás de mi, tratando de quitarme el cinturón de los vaqueros, mientras el  patriarca, el que ya me había usado estaba instalado  en un raído  y  sucio sillón, traído de las basuras seguramente, donde se  consideraba el rey del mundo, observando este inaudito espectáculo desde la primera fila.

                                                         
                                                         
Yo seguía  ensimismado  comiendo este rabo,  a aveces de forma  más que  voluntaria, otras forzado  por la presión de estas manazas  oscuras, grandes, sucias y ásperas que  se obsesionaban  como  clavar  su polla lo más dentro de mi garganta, mientras sus huevos  chocaban una y otra vez  contra mi nariz que trataba de mantener lo mas alerta posible, para gozar de cada inhalación de 




 cada  respiro, de cada ahogo, potenciándolo  y llevándome por segundos  al  clímax de los sentidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario